En marzo se conmemoran el Día Internacional de la Mujer y el Día Internacional de la Visibilidad Trans; se trata de dos fechas en las que grupos históricamente vulnerados alzan la voz para reclamar derechos y exponer situaciones en las que sufren violencia. El primero de marzo también se celebra el Día de la Cero Discriminación y, aunque no es tan evocado como los dos anteriores, debería dársele la misma importancia; tal vez de esa forma no habría grupos de feministas exigiendo que no avancen las leyes que benefician a la población trans.
El pasado 08 de marzo, en Ciudad Juárez se convocaron tres marchas: una separatista y dos incluyentes. La separatista reunió la mayor cantidad de mujeres, porque las instó a salir a reivindicar sus derechos. Motivadas por un hartazgo tan grande debido a los feminicidios, a la desaparición, al acoso en las calles, en trabajos y escuelas, al miedo de vivir en una ciudad como ésta, no se enteraron de los discursos de odio que promueven quienes lideraron ese contingente.
En primera instancia, el separatismo implica que ningún hombre puede participar en espacios de mujeres; sin embargo, esta postura ha promovido la exclusión de mujeres trans, bajo la vieja creencia de que simplemente son hombres disfrazados de mujeres (o “machos con falda”, como les gusta tanto llamarles), sin tomar en cuenta que ellas también sufren muchos de los agravios que condena el feminismo, más allá de los relacionados al sexo (limitados por la visión biologista y la normatividad binaria impuesta). Dicha postura no se expresó de forma explícita en la convocatoria oficial de la marcha separatista, a pesar de que las colectivas que la organizaron no tienen problema en exhibir ideas discriminatorias en sus redes sociales. Sin embargo, otros grupos decidieron posicionarse en contra del separatismo al planificar sus propias marchas incluyentes.
Uno de ellos fue Pan y Rosas, el cual incorporó en su convocatoria la denuncia de transfeminicidios, así como la desaparición forzada y el acceso al aborto legal y seguro para todas las mujeres y personas gestantes. Para Yessica Morales, miembro del colectivo, una parte importante de la lucha es tener perspectiva de clase; por ello las agrupaciones de mujeres y disidencias sexuales pueden combatir en conjunto, ya que son víctimas de la precarización laboral. Este contingente en particular acogió a un grupo de personas trans en movilidad, quienes, fue un espacio seguro para expresar sus identidades sin miedo a ser perseguidas.
La organización de la otra marcha incluyente no se atribuyó a ninguna colectiva en particular, pero contaron con la participación de organizaciones como TTTrans Igualdad y Programa Compañeros. La descripción de su evento en Facebook explicaba claramente por qué no iban a ser parte de la marcha separatista: “(…) abrimos este frente, a raíz del creciente discurso de odio hacia las diferentes realidades de ser mujer y la exclusión de otras personas que están en lucha por justicia y conquista de derechos, como un espacio seguro para las distintas expresiones de resistir y existir”. Este contingente, además, permitió que hombres trans reclamaran su lugar legítimo dentro del feminismo, pues luchan para que se les contemple en las discusiones sobre aborto, ya que es una cuestión que también les atraviesa, específicamente a los que no han podido (o querido) iniciar su transición hormonal.
Abolición del trabajo sexual: cuando se debate desde el privilegio
En las consignas de las marchas de este año no destacaron los derechos de las trabajadoras sexuales. Una postura que suele ir de la mano con el separatismo, es el abolicionismo: que se erradique cualquier tipo de prostitución. María Elena Ramos, directora de Programa Compañeros, propuso hablar del tema en los Encuentros Feministas, evento organizado por el Movimiento de Mujeres de Ciudad Juárez. En un principio, encontró renuencia a que aceptaran su propuesta, precisamente porque sus compañeras no querían exponerse al contradecir a las corrientes feministas que consideran que cualquier tipo de trabajo sexual es explotación. No obstante, al final acordaron llevar a cabo el Foro Voces de Conciencia… Hablemos de Trabajo Sexual.
“Nosotras, que hemos ido a los lugares donde ellas están, que nos enfocamos mucho a la salud pública, que les llevamos condones y pruebas, nos encontramos con una serie de necesidades de estas mujeres que son muy difíciles de abordar y que nadie está atendiendo. Por eso nos interesa hablar de trabajo sexual en un foro y nos interesa hacerlo en el marco del 8 de marzo, porque ellas son mujeres”. Lo anterior fue uno de los argumentos que María Elena Ramos utilizó con el Movimiento de Mujeres para que le permitieran realizar ese evento en el que trabajadoras sexuales hablaron desde su experiencia, manifestaron sus necesidades sin ser criminalizadas (o tratadas como víctimas pasivas) y denunciaron los prejuicios y agresiones a las que son sometidas.
En el contexto específico de Juárez, la falta de oportunidades (ya sea por ser migrante, desplazada forzada interna/internacional, solicitante de refugio o por no tener documentos oficiales acordes a su identidad) provoca que tanto mujeres cisgénero como mujeres trans terminen involucradas en el trabajo sexual. Y aunque podría decirse que esa decisión no se basa en el libre albedrío, porque básicamente se ven obligadas a tomarla, lo cierto es que es más beneficioso acercarse a ellas y ofrecerles ayuda mientras ejercen. Lo ideal sería ayudarlas a salir del trabajo sexual si así lo desean, pero no hay ningún beneficio en asumir una actitud maternalista, principalmente desde la academia, y decirles que a lo que se dedican es meramente explotación sin brindar ninguna solución un poco más inmediata que la reconfiguración de todo un sistema.
La creación de una amenaza
En España se ha popularizado el discurso contra el “borrado de mujeres”; las feministas radicales consideran que, de permitirse que las personas trans puedan cambiar legalmente su género sin necesidad de amparos o revisiones psiquiátricas, la representación de mujeres (en la política, deportes, espectáculos) y sus espacios exclusivos (como refugios de violencia doméstica, escuelas, cárceles) serán “invadidos” por mujeres trans. Como si una minoría tuviese la capacidad de nulificar a la mitad de la población mundial.
En Ciudad Juárez no se ha dado el caso todavía, pero en otros estados del país, como en Puebla o el Estado de México, se han convocado marchas en el Día de la Mujer para ir en contra de leyes que permiten que el cambio de nombre y género se convierta en un mero trámite administrativo, sin tantas trabas. Todo lo anterior en nombre de evitar el terrible borrado de mujeres. Un borrado que no está comprobado y que no va a ocurrir. Una prueba de ello es Chihuahua: las personas trans pueden realizar la adecuación sexo genérica de su acta de nacimiento desde 2019 y no hemos sido testigos de ningún tipo de “usurpación” masiva por parte de las mujeres trans en los espacios públicos destinados a las mujeres, pero muy probablemente a ellas se les ha facilitado el acceso a la educación y a trabajos con sus documentos actualizados. La lucha feminista que considera al sexo como opresión máxima no debería desdeñarse, pero tampoco debería tomarse como una verdad absoluta ni como un estandarte para bloquear los derechos de otros grupos vulnerables. Las mujeres somos diversas, y en nuestra diversidad también somos discriminadas por factores como la clase social, la raza o la orientación sexual. Las feministas radicales están a una línea muy delgada de emprender campañas de odio específicamente contra las mujeres trans (porque de los hombres trans ni se acuerdan). Están tomando actitudes reaccionarias muy similares a las que muchas veces ellas mismas han sido sometidas gracias al machismo. Y en un lugar como Chihuahua, gobernado por un partido conservador y religioso, puede ser muy nocivo replicar desde un espacio de activismo los discursos que tanto daño le han causado a la población trans.
