Mi interés por el rap nació a los catorce años, en un momento bastante complicado: la secundaria. Envuelto en los típicos problemas adolescentes, sobre todo en la búsqueda de la identidad y el intento de superación de las inseguridades, me encontré con un género musical que le dio un sentido distinto a todo. Se trataba de una música agresiva a través de la cual lograba canalizar todas mis frustraciones.
Debo decir que en un principio no me interesaba mucho porque cargaba con prejuicios acerca de este género. Sin embargo, fui descubriendo aspectos muy interesantes que comenzaron a atraparme y con el tiempo se me dificultó despegarme de la vitalidad que transmitían las letras. Coleccionaba frases, me entusiasmé con las estructuras, fui desmenuzando las canciones hasta comprender un poco (que aún queda largo camino) de lo que se trataba.
En esta serie de textos cortos quiero compartir algunas cosas que he pensado acerca del género, desde distintos ángulos y en diferentes momentos. Comentaré el caso de Pablo Hasél, un rapero español que fue condenado a prisión por denunciar actos de corrupción política a través de la música; haré un pequeño análisis de fondo y forma a canciones de raperos de habla hispana; compartiré una pequeña investigación acerca de la percepción que se tiene de las mujeres dentro del mundillo del freestyle; y, por último, me centraré en raperos locales que considero deberían tener mayor reconocimiento. Con esto pretendo contagiar un poco de mi amor por este género y mostrar su valor cultural.
Todo tiene un principio
El hip hop nació como un movimiento contestatario. Durante la corta, pero intensa historia de esta cultura, varios grupos han defendido causas sociales relacionadas con la discriminación racial, la marginación, la desigualdad económica, la falta de oportunidades, entre otras cosas.
En su deseo por transmitir esa energía, fueron integrando otras manifestaciones culturales, hasta definir sus cuatro elementos esenciales: el rap, el graffiti, el breakdance y el tornabilismo (dj). A partir de esta inquietud por alzar la voz y defender los derechos de los oprimidos, surgieron grupos como Public Enemy, De la Soul, A Tribe Called Quest, y también comenzaron a incorporarse propuestas individuales como KRS One, Common, Mos Def, Talib Kweli, entre otros.
Esta necesidad de visibilizar las problemáticas sociales ha ido creciendo de manera exponencial y cada vez hay más raperos interesados por estos temas. Vale la pena mencionar el destacado caso reciente del rapero Kendrick Lamar, por ejemplo, quien recibió un Pulitzer (premio estadounidense de periodismo, composición musical y literatura) en 2018 por su disco D.A.M.N., el cual retrata la vida del hombre afroamericano moderno. Trasladándonos al rap de habla hispana, destacan ejemplos como Bocafloja, Menuda coincidencia, Tiro de Gracia, los Aldeanos, Calle 13, Nach, Falsalarma y una larga lista de etcéteras.
El hip hop crece a pasos agigantados y cada vez resulta más propositivo. Sin embargo, no todos los discursos planteados desde este tipo de música son efectivos, pues hay algunos más incisivos que otros. En este momento propongo preguntarnos: ¿qué tanta influencia cultural, política y social tiene el hip hop en la actualidad?
Los oyentes buscan raperos que digan lo que quieren escuchar, algo con lo que puedan identificarse. Los MCs —o Maestro de Ceremonias, término que proviene de las fiestas del Bronx, donde alguno de los asistentes tomaba el micrófono y “dirigía” la fiesta improvisando rimas— son una especie de voz del pueblo que representa a toda una generación. Por este afán de búsqueda, los consumidores de rap se vuelven cada vez más exigentes, no se conforman tan fácilmente con cualquier producto.
La credibilidad se considera de suma importancia para esta cultura. El rapero, como cualquier otro orador, debe ganarse la atención y el respeto del público, y para ello debe ser congruente, o en sus términos, real. Las acciones deben corresponderse con el discurso, de lo contrario se empieza a desconfiar del exponente —aunque la exigencia del público dependerá de la cantidad de información que tenga sobre el movimiento y los grupos que ha escuchado—.
El caso Hasél
Actualmente hay muchos raperos que son poco valorados, a pesar de que tienen mucho que ofrecer a la comunidad. ¿Realmente el hip hop funciona como una herramienta efectiva para el cambio social? ¿Hasta qué punto lo tiene permitido? Pienso, por ejemplo, en la frase: “Si votar sirviera para cambiar algo, ya estaría prohibido”. Algo similar ocurre con la libertad de expresión: ¿se puede hablar de todo? Por un lado, está la corrección política, y por otro, la censura mediática. Existen temas sensibles que en determinadas circunstancias sería preferible no tocar.
Uno de los casos más relevantes en la actualidad es el de Pablo Hasél, un rapero español condenado a dos años de prisión por supuesto enaltecimiento al terrorismo e injurias contra la corona. Nació en Lérida, España, en 1988. Se considera comunista. Se interesó por el rap después de ver una película americana de pandilleros, quienes escuchaban música en un carro. Le pareció interesante la energía con que los raperos expresaban su mensaje. Desde ese momento comenzó una búsqueda por canciones similares. Así fue como encontró uno de los discos de N.W.A. Su interés por este tipo de contenido lo llevó a conocer a Dead Prez, un grupo americano comprometido socialmente, procomunista, a favor de la resistencia armada y de las Panteras Negras.
Hasél considera que no existe el rap sin revolución, pues este fue creado con dicho propósito. Todo rap conlleva una carga política y los exponentes tienen dos caminos: perpetuar el sistema vigente o intentar combatirlo. Se preocupó por la política a temprana edad y comenzó a cuestionar las injusticias sociales. Publicó su primer trabajo en 2005, titulado Esto no es el paraíso.
Su incisiva crítica a la situación política de España y su militancia comunista le provocaron muchos problemas. Aparte de no generar suficiente dinero con su música, no lograba conseguir trabajo por ser considerado alguien conflictivo. Algunas salas de conciertos le cerraban las puertas por el constante acoso de la policía, siempre atenta a cualquier provocación. Su música ya era conocida antes del polémico cargo, sin embargo, cuando sus letras comenzaron a ganar madurez y las críticas fueron más contundentes, el régimen giró a verlo y lo consideraron un peligro. Incluso hay quien llegó a vincularlo con Al Qaeda.
Hasél tira la piedra y no esconde la mano. Va de frente, menciona nombres y acusaciones. Aborda temas como la corrupción política, el desvío de fondos, la mala administración, entre otros. La crudeza de sus letras incomoda a los políticos señalados, quienes se sienten amenazados y agredidos. Lo acusan de terrorismo por su violencia verbal y las soluciones radicales que ofrece. Su condena aumentó su popularidad, no así sus seguidores, pues, aunque más personas lo conocían, no simpatizaban con su causa.
Hasél fue detenido por primera vez hace poco más de diez años, el 4 de octubre del 2011, en Lérida, municipio ubicado en el noreste de España. La llegada de la policía a su domicilio no le sorprendió, sabía que eso pasaría en algún momento. Sin embargo, las medidas que tomaron en su contra fueron excesivas. Registraron su casa, le confiscaron discos, camisetas, computadoras, cámaras, entre otras cosas, con el argumento de recabar información. Desde ese momento, comenzó a sufrir un persistente acoso policiaco. En 2014 fue condenado a dos años de prisión por el contenido de sus canciones, en donde mostraba su apoyo a grupos terroristas como GRAPO, Al Qaeda, ETA, RAF, entre otros y los incitaba a que continuaran con sus operaciones. De esta forma inició una encarnizada batalla legal entre Hasél y el Estado, poniendo en entredicho los límites de la libertad de expresión.

De cierta manera, el castigo aplicado a Hasél resultó ejemplar, pues buscaba evitar que otros siguieran ese camino. Fue víctima de detenciones arbitrarias en las que lo registraron e incluso leyeron sus letras frente a él, recordándole su condena, para evitar que continuara. Cualquier actitud era un pretexto para agregarle cargos. Lo más sorprendente es que las denuncias referidas en sus canciones son cosas que todo el mundo sabe, pues se trata de casos que han aparecido en las grandes cadenas de televisión españolas. No se trata de un problema de fondo, sino de forma. Las vías propuestas por Hasél son políticamente incorrectas.
Los Servicios de Inteligencia españoles admiten abiertamente que se vigila a cualquier persona involucrada en la lucha. Hacer una crítica a la monarquía o denunciar un abuso policíaco puede resultar perjudicial. Cuestionar las estructuras de poder siempre traerá problemas, sobre todo si aquello que se propone tiene un efecto real. Quien señala los vicios de la sociedad o la política se expone a la represión, a ser censurado. Cualquier asunto que resulte un peligro para el régimen es ilegal.
La última detención de Hasél ocurrió en febrero del 2021, cuando después de largas audiencias, cumplimentaron su condena. Desde entonces, el rapero español se encuentra encerrado en la cárcel de Ponent, en Lérida. Se negó a pagar fianza, someterse a un proceso de rehabilitación o disculparse por sus actos, pues no está dispuesto a ir en contra de sus ideales. Su situación es complicada, la pena asciende a dos años y un mes por su “mal” comportamiento. Todo esto ha despertado un gran descontento social y ha generado fuertes movilizaciones en Barcelona en su apoyo.
Hasél no baja la cabeza, está orgulloso de lo que ha logrado. La cárcel no es razón suficiente para detener su lucha, a pesar de que sabe sobre la posibilidad de no volver a casa o ser torturado con métodos indemostrables.
Una manera de lucha
Aunque existen discursos revolucionarios dentro de la cultura hip hop, no todos resultan efectivos, y cuando lo son, hay consecuencias. Sin embargo, es necesario tener presente la responsabilidad social con la que el género ha cargado durante todos estos años. Su influencia en los jóvenes (y no tan jóvenes) es evidente. El hip hop no salvará el mundo, pero al menos funciona como un vehículo eficaz para la comunicación y la búsqueda de soluciones. El MC debe hacerse consciente de esto, tomar un micrófono implica una gran responsabilidad.
En la siguiente entrada de esta serie de textos dedicados al rap, me acercaré a la construcción de las letras y el proceso creativo de los raperos, los cuales, en muchas ocasiones, se dan de manera espontánea, empírica e inconsciente.