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Manchester by the sea y el azar de la existencia

El mar, como la vida y la muerte, te ve nacer y es el puerto para aquellos que mueren: en sus olas está trazado el ciclo. Con esta idea pude acercarme más a Manchester by the sea, película estadounidense proyectada en cines en el año 2016 y dirigida por Kenneth Lonergan. Un filme muy aclamado por la crítica que aborda uno de los temas más universales en la historia y naturaleza humana: el duelo por la muerte. ¿Qué hace a Manchester by the sea tan especial? Bueno, la palabra clave aquí es lo “cotidiano”; en casi dos horas y media se muestra el proceso de duelo que viven los personajes tras enfrentarse a la pérdida de sus seres queridos en dos situaciones diferentes y, por lo tanto, con procesos distintos para cada involucrado. También nos ofrece una mirada honesta, así como cruda, sobre la vida: una serie de circunstancias azarosas, el cúmulo de acciones (buenas o malas) de los seres humanos mientras la naturaleza sigue su curso. Qué mejor manera de proyectar esto que desde la cotidianeidad, donde parece que nada ocurre, pero desde donde confrontamos la vida y la muerte misma como una realidad, o al menos así funciona para estos personajes.

Un viaje al pasado

Lee, protagonista de esta historia, es un hombre solitario, ensimismado y visiblemente triste y enojado con el mundo que le rodea, a quien parece no importarle nada, y de quien más tarde se develarán los pormenores que lo han llevado a su interminable sufrimiento al ser consumido por la culpa. La herramienta narrativa que sostiene esta película es la utilización de flashbacks, pues estos se intercalan con el presente para ir construyendo las historias de los personajes. De esta forma, nos daremos cuenta que años antes, tras un olvido al salir borracho de su casa, Lee ocasiona un incendio que provocó la muerte de sus tres hijos pequeños. 

La trama comienza a desarrollarse cuando Lee recibe una llamada en la que se le informa del fallecimiento de su hermano, por esta razón debe viajar de regreso a Manchester, Massachusetts, en donde debe ocuparse de los asuntos funerarios y, además, pasará a ser guardián legal de su sobrino adolescente, algo a lo cual Lee se opone fervientemente. Asimismo, debe confrontar viejas heridas que le ha dejado su pasado en ese lugar. En esta narración también se muestra la vida de su sobrino, quien ahora tiene que procesar la muerte de su padre y las complicaciones posteriores que esta acarrea, pues el cuerpo no puede ser enterrado debido a las bajas temperaturas que dificultan excavar el suelo, con lo que debe permanecer resguardado en un congelador hasta que mejore el clima.

Existen muchas escenas que considero le otorgan a Manchester by the sea el renombre que tuvo. Las tomas que nos muestran a un Lee más joven con su sobrino y hermano en el mar resultan de una naturaleza casi onírica: el mar azul rodeándolos, el sonido del oleaje y la plática tranquila nos revelan la buena relación que Lee tenía con ambos —e incluso muestran los pocos momentos donde podemos ver al protagónico sonreír—. Lo mismo nos revelan las secuencias con su esposa e hijos, en las cuales se ve a Lee como un padre y esposo amoroso, como se aprecia en ese primer recuerdo cuando conversa con una de sus hijas, mientras, en el fondo, una chimenea encendida funciona como augurio de la tragedia. 

El duelo y la poética de lo cotidiano 

De distintas maneras se presenta el duelo en la película, y esto se consigue sin llegar a la pretensión, sólo basta contemplar las escenas para poder entrever el sufrimiento de cada personaje. Lonergan nos hace partícipes de conversaciones íntimas y cotidianas que encapsulan el proceso de asimilar una pérdida. Algunas de estas pláticas llegan a ser desgarradoras; por ejemplo, cuando Lee y su exesposa se reencuentran en Manchester y protagonizan una de las escenas más conmovedoras de la película: dos personajes unidos por la misma tragedia, pero en un camino completamente distinto. Incluso cuesta ver y escuchar este diálogo entrecortado por el llanto, la negación y los sentimientos frustrados, donde me parece que las interpretaciones de Casey Affleck y Michelle Williams resultan excepcionales.   

Son instantes entretejidos en vidas ordinarias los que deslumbran momentos insólitos, y que dejan al desnudo el significado de la vida, porque justamente en su simpleza resultan profundamente poéticos. Quién podría imaginar que abrir la nevera de un refrigerador te puede llevar a un ataque de pánico, como le ocurre a Patrick, el sobrino de Lee —primer momento en que lo vemos llorar, después de fingir mucho tiempo que se encontraba bien—. Considero que aquí es donde mejor se ilustra la tesis de esta obra cinematográfica: confrontamos la muerte y el luto en los momentos más inesperados, puede ser un martes cualquiera, pues no hace falta un hecho o un lugar magnífico para llegar a grandes revelaciones.

Al mismo tiempo que vivimos estas situaciones sumamente tristes junto a los personajes, Lonergan nos regala momentos graciosos, e, incluso, a veces incómodos en circunstancias críticas. Una camilla de ambulancia que no quiere funcionar; Lee olvidando dónde dejó estacionado el carro mientras habla sobre el cuerpo congelado de su hermano; Patrick sin poder abrir la puerta de la camioneta en medio de una pelea con su tío. Son acciones pequeñas que dotan de naturalidad y realismo a la historia. No se toma el duelo con solemnidad ni con total seriedad, no todo resulta completamente negro, lo cual nos lleva a concluir que la vida es un complejo mundo de situaciones con orígenes diversos.

No veremos una explicación sobre el significado del duelo, tampoco un manual sobre cómo sobrellevarlo, Manchester by the sea se limita a mostrarnos fragmentos de vida que pudieran ser de cualquier persona. Lo que hace excepcional a esta película es su naturaleza simple y directa, la vida es así y no de otra forma; pocas cosas tienen una razón de ser y no nos queda otra opción que aceptarlo, sobrevivir a ello como mejor podamos. Ver Manchester by the sea me dejó un sabor amargo durante varios días, fue la resignación de aceptar lo irónica e injusta que puede resultar nuestra existencia, pero también me enseñó a tomar todo lo bueno que nos ofrece. Incluso el final del filme se asemeja a la vida misma, no hay una conclusión en sí, no hay detrás un cierre que nos permita descansar después de lo visto en la película, ni cambio en el personaje porque él tampoco lo desea, y no se le puede reprochar después de todo ha vivido. Condenado por la culpa y sus recuerdos, no busca el perdón, ni el propio ni el de otros, porque no se cree merecedor de ellos.       

Una respuesta a «Manchester by the sea y el azar de la existencia»

Muy interesante reseña al igual que la película, si deja un sabor amargo al terminarla porque nos hace poner los pies en la tierra y reflexionar sobre la muerte, tal vez de alguien cercano y nos hace recordar que aún después de su muerte, tuvimos que seguir con el día a día porque el tiempo no se detuvo para dejarnos asimilar lo acontecido.
También creo que es una buena película para recordar que todos pasamos por situaciones difíciles e inéditas para otras personas, cosa que muchas veces olvidamos y creemos que todos viven la misma situación que nosotros -ya sea mala o buena- pero no es así, por lo que debemos mantenernos siempre empáticos y tratar de entender el comportamiento de los demás, como el caso de Lee que suficientes razones tenía para llevar la vida triste que llevaba.

En fin, ¡excelente reseña!

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